El juego del calamar es un éxito en todo el mundo. Tras superar las 100 millones de reproducciones durante su primer mes en Netflix, la serie surcoreana se convirtió en la más taquillera de la historia de la plataforma pero también en la más cuestionada por sus escenas de violencia. La polémica está a la orden del día.
El eje argumental de esta ficción es que los jugadores de esta ficción se encuentran todos atravesando una grave crisis financiera, por lo que deben superar los niveles de distintos juegos infantiles para poder llevarse un millonario premio de USD 38 millones. Pero lo más impactante -o lo más siniestro- de este juego es la regla que establece que, si pierden o son descalificados, tendrán que pagar con su vida. Esta característica es la que inspira escenas sangrientas y desesperantes.
El desarrollo y contenido brutal del drama de El juego del calamar incluye desesperación, traición y, sobre todo, muchísima violencia; que es justamente lo que despertó las alarmas en la comunidad educativa de España porque los alumnos intentan imitar esas pruebas, según consigna un artículo en el diario El Mundo.
“Llevo unos días que estoy en shock. La serie El juego del calamar está petándolo muy fuerte entre los niños de colegio”, tuiteó una maestra al escribir un hilo que se hizo viral.
“Nos dimos cuenta hace un par de días de que los niños de 8 y 9 años ( 3° ó 4° de primaria) estaban jugando a lo que en apariencia parecía el juego de Un, dos, tres, pollito inglés. Al fijarnos mejor vimos que se trataba del juego luz roja, luz verde de la serie El juego del calamar. Juego con cancioncita incluida y disparos simulados a los participantes, cayéndose al suelo simulando estar muertos, como en la serie”, relató con preocupación.
Para su sorpresa, al indagar entre sus alumnos se percató de que más de la mitad de ellos había visto la serie y al preguntar cómo “la mitad dijo que la había visto solo en su móvil y la otra mitad la han visto ¡CON SUS PADRES!”, se indignó la maestra.
“¿Qué cojones hace un niño de 8 o 9 años con un móvil con internet para poder ver lo que le da la gana a la hora que le da la gana (alguno lo veía de madrugada)? ¿Desde cuándo es normal que un móvil sea un regalo de comunión o de cumpleaños a esa edad?”, se preguntó además la mujer al cuestionar la conducta de los padres, que normalizan la violencia.
Y luego, ella misma respondió: “Pues os advierto que con esta situación poco podemos hacer nosotros. Luchando cada día contracorriente. Padres y madres, nos espeluzna que veáis bien normalizar la violencia. Nos horroriza y nos harta. Y no, no nos pagan para aguantar tanta estupidez e irresponsabilidad”.
¿Es la serie un juguete envenenado que traumatiza a los niños? ¿Qué los lleva a normalizar la violencia?. Esas son las preguntas que se hacen los directivos y maestros de escuelas primarias, quienes les recordaron a los padres de sus alumnos que los niños no deben ver series para mayores de 16 años y que deben supervisar el acceso de los hijos a las plataformas de streaming. “El problema no es la serie sino quién la ve”, aseguró al diario El Mundo Mario Gutiérrez, presidente nacional de Educación del sindicato de funcionarios CSIF.
Lo que está generando en los niños esta serie no es nuevo, sostiene el artículo del diario español, que recuerda los casos de niños que intentaron lanzarse a volar desde una ventana después de ver a Superman, a los adolescentes imitadores de Alex en La naranja mecánica y los chicos que intentaron suicidarse después de escuchar Nevermind de Nirvana.
“A mí me impacta mucho que los niños vean cosas así”, dijo también a El Mundo la investigadora canadiense Catherine L’Ecuyer, autora de Conversaciones con mi maestra. Dudas y certezas sobre la educación (Espasa) antes de explicar qué es lo que ocurre en la mente de un niño que ve contenidos como este.
“Todos los niños nacen con un umbral del sentir, una sensibilidad que les hace ser capaces de percibir la realidad tal como es, de distinguir lo falso de lo verdadero y lo bueno de lo malo. Pero, si los rodeamos de entornos violentos y frenéticos, ese umbral del sentir subirá. Todo les parecerá lento, la vida real les parecerá lenta, perderán empatía y empezarán a depender de estímulos externos para sentir algo. Primero normalizarán la violencia y después, se harán dependientes”.
Para Begoña Ladrón de Guevara, presidenta de la Confederación de Asociaciones de Padres, COFAPA, “la responsabilidad, en el fondo, está siempre en las familias”. Y remarcó: “Antes, veíamos la tele en el salón y los padres pasaban por delante, sabían más o menos lo que estábamos viendo. Por supuesto que transgredíamos, que, si a una película le ponían dos rombos, había un aliciente para verla. Pero teníamos conciencia de la transgresión y eso ya era importante”.
Eso es justamente sobre lo que intentó concientizar la maestra en Twitter, que indignada con lo que está viendo en las aulas le lanzó un consejo a los padres y a las madres: “Haced y cumplid con vuestra parte. Que esto se va al carajo”.