Leonel Fernández defiende la inmunidad de Danilo Medina y minimiza la corrupción diciendo que pasa en todos los gobiernos. No es raro, con él comenzó la ola corrupta del PLD que con Danilo alcanzó categoría de avalancha.
Es la filosofía de que siempre ha sido así y que nada va a cambiar. Ya en su momento Hipólito dijo que los presidentes no se tocan y Leonel respiró tranquilo a pesar del Peme y del Prodaba que solo le tocó a Luis Inchausti cuando el entonces presidente reconoció que prefería pagar para no pegar.
Fernández no defiende a Danilo, se defiende a si mismo. Defiende su Sunland, defiende el peaje sombra y defiende lo indefendible que es el enriquecimiento de unos pocos a costa del sudor y de la calidad de vida muchos. Los políticos del patio se entienden entre sí.
Sus únicas diferencias están en torno a sus ambiciones personales que en todo caso es estar en el poder no importa a qué precio. El perínclito de Villa Juana, tres veces presidente sin que el país pueda decir que tiene agua potable en todas las casas y energía permanente quiere volver a terciarse la ñoña porque considera la presidencia como el oficio para el que está predestinado.
Esa generación política corrompida hasta los tuétanos no cambia. La providencia quiera que este pueblo abatido los cambie a ellos como única forma de construir un futuro de dignidad.
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